Empatar a estupidez

24 de marzo de 2014


Un artigo de José Yoldi. «Parece que últimamente todo el mundo compite por el dudoso honor de ser el que dice la tontería más grande. Tan disputado privilegio ha correspondido esta semana al presidente del Supremo y del CGPJ, Carlos Lesmes, quien en el breve plazo de tres meses ha empatado en estupidez -dicho sea sin ánimo de ofender y en la primera acepción de la RAE- con quien fuera su predecesor, Carlos Dívar»

Un artigo de José Yoldi.

Carlos Lesmes, en su primera rueda de prensa en el Consejo General del Poder Judicial. / CGPJ

Ha ocurrido en todas las épocas, pero parece que últimamente todo el mundo compite por el dudoso honor de ser el que dice la tontería más grande y llama más la atención. Tan disputado privilegio ha correspondido esta semana al presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes, quien en el breve plazo de tres meses ha empatado en estupidez —dicho sea sin ánimo de ofender y en la primera acepción de la Academia: “torpeza notable en comprender las cosas”— con su predecesor Carlos Dívar (lo de Gonzalo Molinerno fue una presidencia sino un accidente de la historia).

Porque, seguro que recuerdan que Divar, salvo al final de su mandato que se negó a dar explicaciones, era un campeón de primer orden en destrozarnos con sus manifestaciones. Primero, con aquella célebre apertura del año judicial en la que anunció que la Sala de lo Contencioso del Supremo tenía bloqueados más de 6.000 millones de euros en litigios pendientes, que había varios miles de millones más en las otras salas, y que esos fondos, al encontrarse congelados, no revertían al circuito económico, lo que cercenaba múltiples expectativas.

Un par de meses más tarde, revelaba al mundo que, en lugar de la fórmula tradicional de trabajar más, la solución a ese problema pasaba por “confiar más en los jueces y eliminar tantos garantismos”. Es decir, impedir que los ciudadanos pudieran recurrir, cuando precisamente esas garantías jurídicas y procesales tienen como finalidad que la ciudadanía pueda acceder a la justicia y paliar la arbitrariedad de los poderes públicos, entre ellos los jueces.

Más tarde, escocido porque algunos medios habían aireado que en el Consejo y el Supremo se estilaba la semana caribeña, es decir, trabajar únicamente de martes a jueves, se destapó con aquello de “hay libertades que exceden para convertirse en un libertinaje y cosas que no son tolerables como, por ejemplo, afirmar que determinados magistrados del Tribunal Supremo son prevaricadores. (…) Esto no es en modo alguno tolerable, como [tampoco lo es] dudar de la honestidad y el trabajo del órgano de Gobierno del Poder Judicial, que soy testigo en ambas instituciones de las horas y del sacrificio que consigo llevan”.

Alguien tan prestigioso como el ex fiscal jefe anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo le respondió que la admisión de la querella contra Garzón por el caso Gürtel —en la que el principal implicado en la trama corrupta Francisco Correa ejerció la acusación contra el juez que le investigó— “constituye la forma más grave producida hasta ahora en España de alianza objetiva de los tribunales y los corruptos, porque transmite un mensaje evidente de amparo de sus conductas y de posible impunidad”.

Respecto a que se dudara “de la honestidad y el trabajo del órgano de gobierno del Poder Judicial”, en marzo de 2010 yo mismo le contestaba: “No hay duda ninguna”. En el Consejo se trabaja tanto que la mayoría practica la semana caribeña. El pasado viernes acudieron a su despacho tres de los 20 vocales. El presidente fue testigo de “las horas y del sacrificio” de sus colegas un ratito por la mañana. Afirmación que nunca fue desmentida.

Ahora, Lesmes —que se ha convertido en el brazo ejecutor del ministro Alberto Ruiz-Gallardónpara convertir el Consejo General del Poder Judicial en una dirección general de su Ministerio—, la primera vez que abre la boca, actúa como un necio, siempre en la acepción académica de “ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber”. En una actuación magistral, que para sí hubiera querido Dívar, ha sublevado a toda la carrera judicial al afirmar que “al juez se le controla con el palo y la zanahoria”. O sea, por si alguno no lo ha entendido, como a los burros.

También ha tenido el desparpajo de asegurar que no hubo acuerdo entre Rajoy y Rubalcabapara designarle para el cargo que ostenta varios días antes de que los vocales le votaran, aunque el hecho fue publicado por unos cuantos medios, incluido este blog. Añadía que tampoco tiene que ver con la política el hecho de que él fuera director general de Justicia en el Gobierno de José María Aznar. Decía Nietzsche: “No se mata con la cólera, sino con la risa”. Y como Lesmes continúe con este nivel de desenvoltura surrealista, moriremos desternillados.

De entrada, todas las asociaciones de jueces se han puesto en su contra y alguna, como Francisco de Vitoria, ha pedido su dimisión. Muchos jueces han pasado porwhatsapp y correo electrónico una foto de un asno con su correspondiente zanahoria.

Por seguir con las enseñanzas de Nietzsche: “Es muy difícil vivir entre los hombres, porque es muy difícil guardar silencio”. Y por lo que se ve, algunos no se saben callar. Claro que también el filósofo y pensador alemán decía que “No sólo se ataca por hacer daño a alguno, por vencerle, sino a veces por el mero deseo de adquirir conciencia de la propia fuerza”. Y quizá estas manifestaciones de Lesmes obedecen a ese ejercicio tan de macho español que vulgarmente se llama “marcar paquete”, para hacer saber a propios y extraños que el corralito es suyo.

Así que definitivamente y a la vista de la torpeza del nuevo sheriff del Consejo, que en la primera ocasión ha emulado a Dívar, me apunto a la última recomendación de Friedrich : “Hay que tomar las cosas con más alegría de la que merecen, sobre todo porque las hemos tomado en serio más largo tiempo del que merecían”. Disfruten de la vida.


Publicado 24/03/2014 en www.cuartopoder.es

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