Perdón, por non pedir esmola!

1 de marzo de 2018

Por Nicolau Santos

Exultante enfilaba la avda. Juan XXIII después de participar en la algarada de privilegiados que en un día espléndido nos trasladamos a la capital de Galicia, no para ganar el Jacobeo y sellar la Compostelana, sino para alterar el normal discurrir de una mañana soleada, sorprendiendo a peregrinos que llegaban, ciudadanos que descansaban y "dionisiacos" camino de un merecido descanso.

Un elenco atroz, llenó la otrora tranquila alameda, boinas, bombos, silbatos, viudas vivas, niños impecables en sus caros carritos, adolescentes aspirantes a millenials acompañados de sus supuestos responsables, en un arco de edades desde la desesperanza al que intenta llegar a la pensión imposible.


Un esperpento propio de D. Ramón del Valle Inclán, bajo la mirada atenta de las Marías que en toda su vida no lograron concentrar tal cantidad de inconvenientes. Henchidos de razón, inician su particular aquelarre por las rúas de Santiago, gritos guturales, movimientos demoniacos, invocaciones satánicas invaden la ciudad. Unos nos ignoran -los que con cara de no va conmigo desayunan en las terrazas junto con los ausentes, a los que se convoca, escondidos en sus despachos-, otros se suman, los más se informan preguntando la causa de este extraño desfile. Al final la plaza nos recibe, y "cousas do demo" el elenco ocupa gran parte del espacio, pero de forma espontánea las escaleras que separan a "Quintana de Vivos da de Mortos". Colofón excepcional, llamamientos a la "Justicia", al "Derecho", a la "Razón" y un firme propósito "ni un paso atrás". Así, firme inicié con mis compañeros el descenso hacia los andenes donde nos esperaban los autobuses para regresar. Observe que bajo los salientes de la planta superior, ordenadamente se encontraban cartones doblados, pequeños restos de mantas, algún objeto de aseo personal y como una primitiva distribución del espacio, para respetar la intimidad de los que allí se ven obligados a vivir a resguardo de la vista de la sociedad de la opulencia. Y vi la luz, la alegría se torno en desasosiego y una vergüenza infinita, por ello quiero pedir públicamente perdón:

Perdón por reclamar el Bien común. Perdón por reclamar el derecho del ciudadano a una justicia justa. Perdón por reclamar igualdad.

Perdón por solicitar que se devuelva parte del producto de nuestro trabajo indebidamente usurpado en aras de paliar una crisis provocada por el Capital.

Perdón por desempeñar un puesto de trabajo obtenido bajo las premisas de igualdad, mérito y capacidad.

Perdón por defender lo público "de todos" frente a la privatización de los derechos más elementales de la persona.

Perdón por formar parte de un colectivo donde no existe la discriminación salarial hombre/mujer.

Perdón por defender la "tutela judicial efectiva" al objeto de que el ciudadano tenga un libre acceso a los tribunales y juzgados, derecho a un juicio justo y al efectivo cumplimiento de las resoluciones que se dicten.

Perdón por pedir "igual trabajo e igual salario".

Perdón por no creer en el fin de la crisis y la bonanza de vida anunciada por nuestros excelsos dirigentes.

Perdón por no creer que con contratos basura y salarios de miseria, se vive mejor.

Perdón por no apoyar que se prime a quien trabaje por encima de los 65 años y no se incentive el empleo juvenil.

Perdón por no creer en su nuevo vocabulario, ya que donde dicen movilidad exterior, externalización, becarios, contratos de formación, realmente hablan de emigración, privatización y esclavismo o precariedad laboral.

Perdón por no dejar de comer y ahorrar para tener un fondo de resistencia ante la precarización salarial.

Perdón por olvidarme que somos siervos de la gleba del siglo XXI, pero con menos derechos que en el Medievo donde tenía derecho a formar familia y permanecer en la tierra donde trabajaba.

¡Perdón por non pedir esmola!